la soledad ha calado hondo todos mis huesos,
estoy congelada,
no hay tiempo para suspirar
y ya sólo el viento puede arrastrar lo que quedó sobre el arcén.
hay un muerto sonriendo en la puerta de mi casa,
no puedo pasar sin sentir su mirada clavada en mi nuca
a veces desearía que todas las tumbas llorasen mi muerte.
a veces desearía sonreír desde el vacío
sin forzar las comisuras
como un corte limpio en cada vértice
como abrir la herida a la felicidad
para que sane por dentro.
he dejado de escribir porque me da miedo conocerme
me asusta esperar a que llegue el sueño con más ganas
que a que llegue alguien a mi cama
me asusta
estar tan asustada
de mí misma.
conozco mi faceta acongojada
después de meses de retrospección frente al espejo
he decidido no volver a bajar la mirada cuando me pidan que me vaya.
es la única manera de no perderme en el camino de vuelta.
tengo un corazón inmarcesible
gracias a la humedad constante en mi pecho.
Voy a abrir las ventanas,
dejar pasar la primavera,
darme un respiro o un soplo,
lo que venga.
en esta búsqueda constante de luz natural
de risa provocada y no forzada
de volver a vivir del verbo estar vivo
y no del verbo aguantar
me declaro serendipia,
serendipia,
aleluya.
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