jueves, 29 de diciembre de 2016

Autocompasión y otras mierdas.

Ayer empecé a escribir un poema muy triste sobre todo lo que siento y no sé dejar salir.
Nunca he ido a un psicólogo ni creo que contar que estoy triste vaya a hacer
que deje de estarlo
-no sé de nadie que haya ido a un psicólogo durante un tiempo limitado-
y no me gustaría que mi tristeza ocupase una hora semanal
en la vida de alguien que,
quizá,
esté mucho peor que yo.
Así que escribo, para airear la herida. Mamá siempre me quitaba las tiritas
a pesar de mi tendencia a dejarlas durante días por miedo a que al verla
estuviese peor.

Ojos que no ven corazón que siente igual porque no tiene un pelo de gilipollas.
Pero a veces, es mejor así.

Me puse a escribir sobre la niña que llora y que llora
mientras sigo subiendo el volumen de la música
-la tirita esta vez es una canción de U2-
pero no era capaz de poner en un poema la necesidad de un abrazo mientras me autodestruyo en la cama.

No quiero que nadie me diga que todo va a salir bien
porque la autocompasión es mi punto fuerte cuando me siento tan débil
no quiero que me miren como algo chiquitito
frágil
e inestable

vuestra visión de mí potencia mis ganas de no volver a ver a nadie.

Quiero que me abracen mientras me lleno los pulmones de excusas
nicotina
y todo lo que no soy capaz de escribir aquí por miedo
-mamá tienes que quitarme la tirita-
a tener que enfrentarme a ello.

no sé escribir la necesidad de que me digan que esto es una putada
que nadie va a salir vivo de semejante masacre
que ojalá la muerte nos pillase follando
o al menos
se quedase mirando un rato.

por eso, hace unos días me puse a escribir
para al final dejarlo archivado en el borrador
justo como estoy haciendo
ahor

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