Me recuerdo a diario que tengo fallos,
que fallo
que nunca acierto cuando tiro,
que siempre tiro a matar
y soy yo la única que gotea sangre por
el pasillo de una casa
vacía
esperando que alguien le siga el rastro.
Hace tiempo que estoy perdida,
quizás la única forma de encontrarme sea admitiendo
que no necesito que tú,
ni tú,
ni él,
ni nadie venga esta vez a salvarme.
Lamerme las heridas hasta succionar toda mi sangre
para llenarme poco a poco de todas las victorias que me debo
y jamás llegué a concederme.
Me conozco. No duermo con la luz apagada,
tengo miedo hasta a moverme cuando estoy sola
y no puedo parar quieta si viene alguien a abrazarme.
Nunca sé cuando quedarme,
y lo peor
es que siempre creo que estaré a tiempo para marcharme.
Pero esta casa tiene los cimientos corroídos,
y de nuevo no me salvará la campana,
sino que será la música
que suene
en el derrumbamiento.
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